
"Corazón, Cabeza y Estómago"
(...) Llegaban los curas, hablando sobre otro punto del artigo de la Nación y caminábamos todos lado a lado, hasta llegar a un campo a la orilla margen del río donde el sargento tenía una pequeña casa con una bodega.
Entramos en la bodega, cuya frescura nos hacía bien. Poco después llegó una chica con una cesta con la merienda. Era una traviesa roja con truchas fritas.
Tomásia fue a un charca a coger acelgas y agriones y hizo una ensalada, después de fregar las manos con la arena al borde del río.
Pusimos un bote boca abajo, donde se colocó la traviesa con las truchas y el recipiente de la ensalada, de donde nos servimos todos con los tenedores de hierro muy brillantes.
Tomásia puso una trucha en una rebanada de pan y se sentó en el barril, de donde sacaba el vino que resaltaba espumando por el tapón.
Bebíamos todos del mismo jarro de estaño; y el pichel, cuando se caía en la mano de un cura, volvía vacío al grifo.
- ¡Me dan que hacer los tíos! ... – dijo Tomásia riéndose.
- Vamos, niña - dijo el cura Juan - que a ti también te gusta ver el hondo del vaso... Esos colores no se hacen solo con agua.
- Bebe, bebe, chica - dijo el sargento - que el vino es un medio de alimentarte también.
In “Corazón, Cabeza y Estómago” de Camilo Castelo Branco
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